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«Por la pasión de apasionar» ( Capitulo 5)

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Las fiestas navideñas se acabaron y con ellas, el desfile de fotografías de jovialidad por la ebriedad del momento. Se callaron las risas exageradas de los niños ametrallándose con bolas de nieve, se apagaron las luces intermitentes que convertían las calles en pistas de discoteca a cielo abierto, se deshelaron las capas de hielo de las aceras que nos daban una buena excusa para tomarle la mano y a veces el brazo. Todo era glamour! Ahora todo ha vuelto a su rutina: mi trabajo, mi sofá, mis canciones y mi copa de vino asociada a mis cigarrillos. El estado de la atmosfera es la tranquilidad del después del pasaje de una tormenta. Demasiada tranquilidad para un pasado tormentoso.

Las vibraciones de mi celular me obligan a inclinarme hacia mi mesita. No es un mensaje, es una llamada con número desconocido. Nunca me ha gustado contestar a ese tipo de llamada. Quien podría ser? Aquel chico a quien desde hace meses no le tomo la llamada, algún cobrador para avisarme que se me olvido un giro, una amiga de otra vida que se acordó de mi,… bueno o mala noticia, todo es posible.

-“Hola”

– “Hola!”, replico sorprendida. Al reconocer su voz, no puedo detener una “sonrisa de Duchenne”. Aquella sonrisa que eleva tus mejillas y produce arrugas alrededor de tus ojos. Los nervios se hacen dueño de mí y para evitar que se note en mi dicción empiezo a caminar en la pieza.

– “Como estas?”, me pregunta.

No sé por donde iniciar. Me cuesta contestarle, hace mucho que no hemos hablado por teléfono, hace tanto tiempo que no he escuchado cada una de las entonaciones de su voz. La recuerdo cabreada recriminándome en el carro, profesional exponiéndome un tema laboral, intimidada al yo desvestirme con una confesión, enamoradora y calientita susurrándome “al paso”, excitada repitiendo “eso es lo que me gusta”.

– “En que te pillo?”, agrega. Al parecer mi silencio la inquieta. La formulación de su pregunta me evoca la generación de los veinteañeros: joven y “funny”. Que gracioso! Yo que siempre empezaba nuestras conversaciones con mis protocolos sociales: “ Hola! Si buenas tardes, me podría comunicar con la señora Amanda Bruno Por favor?”, a sabia de que nadie mas tomaría la llamada.

“No, nada aquí tranquilita. Estoy bien, bien, bien… bien… y tu? , frotándome nerviosamente la frente con un dedo.

– “Bien gracias… Si quieres estoy aquí”

“Como que aquí?”, frunzo el ceño

“Aquí, en tu país… en tu ciudad… en tu calle… delante de tu puerta…”

Creo que mi corazón se viene dar un giro de 180 degrado y voltear horizontalmente. Que atrevimiento, me gusta! Ella sencillamente vive lo que siente.

“Espera te abro la puerta del edificio”, le digo entusiasmada.

Tengo acerca de 90 segundos para ordenar el montón de papeles y documentos que están en la mesita, recoger mi bufanda y mi gabán de la silla, sacar de la nevera alguna picadera y servirle una copa de vino.

– “Hola”

Ya empujo la puerta que había dejado media abierta para ella. Me mira con cierta timidez. Supongo que es en este preciso momento que se da cuenta de la locura que viene de hacer. Le sonrió invitándola a entrar. Lleva una abrigo clásico color vainilla en lana que combina perfectamente con sus guantes de cuero. Sus pequeños pasos saltados resuenan sobre el suelo de madera.

– “Vaya sorpresa que me das”, digo observándola acomodando sus cosas sobre una silla.

-“ Te molesta?”, la posición de sus pies ya están preparados para irse.

“No, al contrario pero si que me has sorprendido”

Nos sonreímos con complicidad. Me acerco a ella y nos abrazamos. Mis brazos le envuelven casi medio cuerpo y ella presiona ligeramente sus manos en la parte inferior de mi espalda contra su vientre. Cerrando los ojos, reposo mi cabeza sobre su hombro y mi nariz viene a acariciar su cuello. No hay equivocación, esta aquí y es ella, el perfume de su piel no miente. Nadie me puede robar la sensación de plenitud que siento en estos momentos.  Intensos y largos minutos en los que nuestros cuerpos juegan a desvestirse. Descalzándose, sacándose los jersey, bajándose las cremalleras, desabotonándose las camisas, desabrochándose los sostenes… desnudándonos para rencontrarnos. Cuerpo a cuerpo, estamos en bragas.

Alargo el brazo para tomar la copa de vino sobre la mesa.

– “Quieres?”, presentándosela a los labios.

Sus labios se posan con suavidad al borde de la copa que oscilo ligeramente para que el zumo tinto de uvas moscatel se pueda propagar en cada rincón de su boca. Mientras absorbe, sus ojos fijan los míos que la miran con deseo. Noto las vibraciones de su garganta al aspirar el fluido. Una gota rojiza se quedo al borde de su labio inferior y esta a punto de caer sobre el piso.  Concentro mi mirada sobre su carnoso labio, mi boca se acerca y mi lengua comienza a lamer despacio aquella cosita de abajo para arriba. Una y otra vez, cada vez más despacio hasta que mis labios embocan su medio labio en un momento carnal, chupándolo suavemente y luego con más vigor. Nuestros cuerpos encendidos se hacen mas tensos, los movimientos de caderas mas perceptibles, mas marcados. Ella me devora con ganas el lóbulo, y desde el hueco de aquel órgano distingo sus profundas inspiraciones y espiraciones. Me aromatiza la piel con las fricciones contra su cutis. Nuestro lecho se empapa de nuestras secreciones de adrenalina.

Se escucha la corriente del agua de un rio entre rocas, el canto de unos pájaros… y un “ Bip Bip Bip”. Abro los ojos. Ya no esta, se ha volatilizado. Palpo la acuosidad de mi excitación que recorre mis muslos. “Ay, si yo pudiera de donde estoy, amor, hacerte venir” ( Amaury Perez). Todo fue un sueño pero parecía tan real. Y si no fuese anodino, pero el presagio de un porvenir? Un sueño premonitorio?

“Por la pasión de apasionar” ( Capitulo 4)

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Me decidí por tomar una decisión, aquella de la cual no me podía entristecer. Una que le iba a dar cabida a todas las posibilidades, sin provocar ninguna restricción. Una decisión donde la predicción seria imposible pero la observacion, apasionante.

No permaneci sentada en mi sofá esperando el cambio al verde de su semáforo, no elaboré la planificación de un viaje hacia ella. Seguí mi vida como si no existiría, como si nunca estuve deseando su cuerpo acurrucado entre mis brazos en estos dias. Porque la realidad es que yo sin ella sigo viviendo, sigo siendo yo donde quiera que este. Actuaba con la indiferencia de aquel que deja elegir al otro que serán.
Me junté con algunos amigos y otros desconocidos. Algunos mas que otros atraidos por mi forma de ser, mis gestos, la atención que les ofrecía. Algunas menos que otras mas guapas, mas seductoras. El coqueteo de unas cálidas miradas sobre mis caderas bajo la frialdad de un mes de diciembre no estuvieron de sobra y yo no las rechace, como de costumbre, con un vistazo glacial.

No faltaron los mensajes de Amanda para saludarme, preguntarme mi estado de animo y desearme una feliz navidad. Y yo lacónicamente manifestarle que sigue presente en mis pensamientos y que disfruto mis días a su plena capacidad.

31 de diciembre 2012

Mi entusiasmo culminaba por encima de la montana de adversos avatares que me había traído 2012. Me seducía la idea de que era el ultimo día del calvario que había empezado el 1 de enero.

Por pereza, nunca he sido de esas personas que se adelantan escribiendo mensajitos individuales a todos sus amistades deseándoles un feliz año nuevo. Me contento con una contestación personificada a quienes se dan ese trabajo. Enviarles por obligacion el genérico » feliz año nuevo, que todo lo que deseas se realice» siempre me ha parecido tan hueco. Mi celular timbro por enésima vez, era Amanda! Deseé en mis adentros que no sea uno de esos mensajes universales. Su mensaje decia :

«Espero que tengas lindas fiestas,que tus días estén llenos de éxito y que el año que viene te colme de éxito, de alegrías, de orgasmos y de besos pasados»

Pasados, pasados… pasados ! La ultima palabra a veces es la mas importante y la que te hace mas alegre.
Decreté un cambio de tradición. Ya no comeré las 12 uvas mientras suenen las 12 campanadas en la «plaza del sol» bajo lluvia, le daré la bienvenida con 12 chupitos de un cava. Un nuevo año comienza y con el una nueva manera de vivir. Amor sin ataduras, sexo sin exclusividad. Una vida ligera sin compromiso, mas que a mi misma y a mi apetito. Enamorarme de mi. Algunas que otras noches compartir con Amanda mi derrame de amor y saciar mi sed con su humedad.

Feliz 2013

“Por la pasión de apasionar” ( Capitulo 3)

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Justo antes de caer rendida, ella deslizo sus dedos suavemente sobre mi espalda, acariciándola. Dormimos abrazadas, cara a cara, piernas encogidas, tal dos piezas de un puzle que encajan perfectamente, una con la otra.

Su despertador de celular timbra y nos despertamos. Son las 5h30, se levanta de un pronto de la cama, revisa su celular con llamadas perdidas y me avisa, como pidiéndome permiso, que se tiene que ir. Desde la cama la observo, la noto estresada por regresar a su piso. Me conformo con estas cuantas horas de amor que me ha dado sin esconderle mi deseo de volver a verla. Ella me menciona el Facebook. Que tal impersonal, no?  Después del encuentro de alma y cuerpo que vivimos. Le propongo intercambiar nuestros teléfonos. “Vale amor. Dame el tuyo”, contesta. Se va después de unos abrazos y besos pasionales. Se esta despidiendo de mi, yo ya lo he hecho, al quedarse rendida  abrazada a mi le susurré unas palabras, que quizás nunca llegara a saber.

Me vuelvo a dormir abrazada de la almohada soñando con ella, con que reaparezca abriendo la puerta para abrazarme. Son las 8h00, me tengo que vestir rápido, no puedo dejar ir el tren tengo demasiado compromiso que me esperan. Mi primer pensamiento va por ella, quizás nunca me llamara y tendré que dar por muerto este romance. Aunque al tomar mi celular, tengo un mensaje en espera. Es ella. De camino a la estación París-Norte, mi sonrisa me delata ante todo aquel con quien me cruzo que ayer una mujer supo amarme en la cama. Minutos antes de embarcar, la llamo pero me informa que no puede contestar la llamada y se preocupa por mí.

No, todo esta bien… solo quería despedirme de ti como te lo mereces pero mejor no lo hago… porque el viajero deslumbrado cuando no se despide siempre regresa.”, le envió por mensaje de texto.

Bruselas

Regreso a mi rutina, mis dos pantallas, mis tableros y su abundancia de cifras aunque algo cambio. El mundo ha dejado de ser lo que era. O mejor dicho la visión desde la cual miro mí mundo ha sido modificada. Estoy siendo diferente, todo mi entorno lo nota y yo mejor me quedo callada porque me reservo esos íntimos secretos.

Nos comunicamos por mensajes todos los días. Que difícil es adivinar el estado de ánimo de una persona a través de un par de frases. El diccionario se convierte en mi libro de cabecera y la búsqueda del significado preciso de sus oraciones, un adictivo juego mental. Cual es su rutina, su modo de vida? Quiero descubrir sus valores, sus aspiraciones, sus expectativas? Cual será la razón por la cual desaparece por momentos? Mucho trabajo? Poco interés? Alguien más en su vida? No nos hicimos las preguntas adecuadas que podrían dar paso a mas o cerrar el capitulo. Quiero descubrir quien es, sin hacerle las preguntas. Quiero evitarme las mentiras o las medias mentiras, las zonas negras ocultadas. Lo cierto es que yo necesito tener la certidumbre de los mares en que estoy andando. Soy entera. Recapitulo cuyas pocas informaciones: su agrado por el “ménage a 3” de Buika, los reproches en cuanto a su ex novio, y uno de sus tweets : “Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al que muere de sed” Ovidio.

No sé que tan cierto es el refrán, pero en este caso particular resulto incuestionable: Cuando hay duda es que no hay duda.  Me entero al rascar la primera capa de su protección que Amanda no cree en la monogamia. Invasión de juicio. Que le puedo replicar, yo que llevé los últimos anos en un compromiso y su fracaso? Que le puedo proponer, si aun sostengo la entrega total entre dos personas sin tercero de por medio? La dejo escapar o lo intento? Me cuesta creer en sus palabras, sus ojos me hablaban de otra cosa. Sus gestos me dictaban otras verdades.

A que me arriesgo? Caer en el precipicio? Hundirme una vez más en los dolores del desamor?  Y luego vivir muerta el tiempo de curarme? Pienso y pienso aun más que por el pasado.  No vivirlo para luego estar a salvo de recuerdos? O disfrutarlo todo para inundarme entre memorias? Cual es el buen ritmo para ser feliz? Desvarió soñando con un innato algoritmo perfecto que nos indique cuando acelerar y en que momento frenar de golpe. Llenándome de interrogaciones racionales y vaciándome de sentires emocionales, ahumó mis minutos. Las notas de jazz ya no tocan desde hace por lo menos 20 minutos y me doy cuenta que “sigo sentada en silencio, pensándola a gritos”. Ni modo, para ganar hay que arriesgar en la vida. Lo viviré todo, como si mañana podría ser el fin del mundo. Es mejor arrepentirse por haber hecho todo, que no haber hecho nada.

Los días son ritmados por sus mensajes. Una  de mis noches solitarias, le aviso que compraré un ticket para que podamos tener un “rendez-vous”, ella lo aprueba de boca para afuera. Al enviarle la confirmación por email, siento que las cosas van muy deprisa para ella. No me echo hacia atrás. Tan sola una hora me bastaría para saber si lo que habíamos vivido era real o solo era un cuento de hadas con moraleja.

Cerca, ella de mi, cerquita, yo de ella. Mía, solo mía. Convivimos esos cuantos días. Con solo pensarla la logro tocar, la siento por debajo de mis carnes. Su presencia me produce un fruto de adrenalina embriagante. Le hago visitar la ciudad a mi modo y yo la visito a ella. De mano en los restaurantes, caminando por las calles, los parques. Nunca me suelta la mano y yo nunca la mirada de su sombra. Me hago adicta a sus sonrisas, sus palabras, sus orgasmos. Días en los cuales puedo notar que sus atenciones  están en desacuerdo con su discurso de que solo es una relación basada sobre el sexo. El romance sigue vivo y los recuerdos se van creando a medida del tiempo. El ultimo día llega y con el volver a despedirnos. No sucede como la primera vez, no hay besos apasionados de dos amantes que vienen de pasar la noche juntos. Ya los códigos de nuestro cariño son menos obvios, mas cómplices. Percibo desde el andén, su sonrisa triste, la formación de una lagrima al borde de sus ojos. No puedo hacer otra cosa que dejarla ir. Sin mentiras, sin promesas de volver a vernos.

Cuanto tiempo mis fuerzas se mantendrán para luchar por este amor? No lo sé pero decido seguir, persistir porque lo sigo sintiendo mio, hecha para mi y yo para ella. Que maleta de vivencias cargara en nuestro probable re-encuentro?

Rememoro en estos momentos una de nuestras conversaciones en la cual me dio su agenda  de las fiestas de navidad, agregando que me quiere ver en esos días. Por qué me le dijo? Ella que se cuida de darme su día a día, sus idas y vueltas. Querrá una sorpresa en Buenos Aires? Seria capaz aunque seria una locura total por lo lejano y mis pocos días de vacaciones en diciembre. O querrá verme en Paris? Me queda claro que no va a mover el dedo para provocarlo y sin embargo me manda todas las señales de su disponibilidad. En que lugar me espera? Que día debo de aparecer? Necesito más seguridad para tomar una decisión.

Y por ahora seguiré sentada en mi sofá escuchando las letras de Gilberto Santa Rosa de la canción “Conciencia”: “Me dice el corazón que la quiero y me entregue sin condición, pero me grita la conciencia que lo piense bien que no cometa esa imprudencia…me dice el corazón no pierdas por nada esta ocasión, pero me grita la conciencia equivocarte de nuevo no puede ser coincidencia…”

“Por la pasión de apasionar” ( Capitulo 2)

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En mi cabeza resuena, sobre la melodía “Alevosía” de Luis Eduardo Aute, un refrán: “Paris, Paris… Paris! Me has agarrado en medio de mi soledad, sorprendida me tienes, pillada! ”.

Ya, la hora de cendrillon paso y el bar esta a punto de cerrar. Que vamos a hacer ahora? Como yuxtaponer nuestros deseos con la realidad? Quizás por las dos copas de vino ingeridas, farfullo con timidez: ”Quieres que durmamos juntas?” Pero me asusto al escucharme y agrego prontamente: “no incluye nada mas que dormir”. Pienso en lo atrevida que estoy siendo, en lo mal que me podría sentir si me lo rechaza. No tengo otro remedio que callarme para no enrollarme como una abuela, ya la pregunta esta lanzada al aire. Estoy preparada a escuchar un “si” o un “no”.

– “Nos llevamos una cerveza mas con nosotras?”, oigo.

– “Claro”, le contesto con una sonrisa picara.

La habitación del hotel es pequeña pero cosy y moderna. Las cortinas son color rosa pastel, el cubrecama crema con detalles gráficos negros se ve de buena calidad. Al costado de la cama, hay un escritorio de estilo clásico de madera con su silla en la cual deposito mi gabán y mi bufanda. Mientras remuevo todas las cosas que había tirado algunas horas antes en la cama, Amanda se quita el abrigo y los zapatos. Me pregunto como se sentirá ella? Como me sentiría yo en su lugar? Lo primero que me llega a la mente es que el hecho de dormir con alguien sin pijama. Que pensamiento tan insólito en el contexto! Quiero hacerla sentir bien, no quiero que se vaya. Le ofrezco usar mi pijama, un pantalón corto y una camiseta; dormiré en bragas. Ella sube una ceja descubriendo la vestimenta. De seguro que los suyos tienen que ser mas femeninos y mas sexy. La imagino con una blusa de seda negra dentellada con tiritas que le cae justo por debajo de la curva de su trasero.

Dirigiéndome hacia la sala de baño para ducharme, esta ahí, frente a mi. Descalza en medio de la habitación mirándome fijamente. Siento su deseo por debajo de mis carnes. Una especie de atracción sideral lleva mis manos hacia su rostro. Sus manos se posicionan perfectamente sobre mis caderas, como si ya las conocieran. Nos besamos tiernamente, suavemente, lentamente. Besos y más besos. Saboreo sus labios a cerezas, su delicioso aliento. Nuestras salivas se mezclan y nos marcamos los labios mutuamente. Nos acercamos del borde de la cama, nuestros toques se hacen más intensos. Partiendo de su curva le acaricie con los dedos de mi mano derecha  su columna vertebral hasta el medio de su espalda. Justo ahí, la palma de mi mano se coloca como para sostenerla, balanceo sin brusquedad mis caderas contra las suyas para acomodarnos sobre la cama. Va a ser complicado ponerle pausa a lo que esta sucediendo.

Me siento tan sudada por debajo de mi camisa, no quiero que me toque así, no quiero que pruebe de la sal de mi sudor de una jornada.  Levanto un poco el busto, esta acostada debajo de mí, sus cabellos negros forman un tapiz alrededor de su rostro, de sus ojos hablándome de su excitación. Visión orgásmica. “Dame unos minutos por favor”, le murmuro poniéndome de pie. Me sonríe en forma de afirmación, desalojando con fineza sus manos de  mis muslos, y volvemos a caer en el magnetismo de la pasión. “Báñate ahora o no lo hagas. Porque luego no se si podremos parrar”, me susurra entre hondas respiraciones.

Al emerger del baño, la encuentro tendida de todo su cuerpo sobre la cama. Una pierna semi-levantada, me deja entrever su entrepierna. Ya se desvistió, solo le queda sus bragas y mi camiseta. Una toalla me encubre el cuerpo, desde los pechos hasta las rodillas. Me acerco a ella preguntándole por qué no se ha puesto el pantalón corto. Pero ya nuestros labios vuelven a jugar juntos en una danza pasional al ritmo de nuestros resoplidos. Mis manos se deslizan sobre su cuerpo, su piel es exquisita, sin granos, ni imperfecciones. No tarda en desenlazarme la toalla, y yo quitarle la camiseta. La sensualidad y el erotismo están en la cumbre de su expresión. Delicados y atentos besos por todas partes, sus dedos guían su mirada centímetros por centímetros, moldean mi piel a su gusto. La siento en mí. Estoy en ella. No hay palabras que alcancen en esta habitación, solo caricias, roces y jadeos. Estamos haciendo el amor de forma pasional.

Paris, ciudad del amor, de los enamorados, del romance, de la pasión. Jamás te había conocido tan hechicera pero me encantas.

«Por la pasión de apasionar» ( Capitulo 1)

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Todo comenzó una tarde de otoño. Un viernes como tantos otros en mi trabajo frente a mis dos pantallas, mis tableros y su abundancia de cifras. Soñaba con un viaje, un descubrimiento, una novedad que le daría un aire nuevo a esta monotonía. Me acordé de que en estos días se daba un concierto de una excelente artista, Concha Buika. Pero no había podido encontrar una entrada porque todas habían sido vendidas desde el anuncio del evento. Respiré profundamente aceptando que este fin de semana me lo pasaría tranquila en casa. Así sucedió mi noche, de canciones en canciones conversando a solas con mi cigarrillo y mi trago casero, whisky-cola sobre hielo. Nada mejor que encontrarse a si mismo.

Por el cansancio acumulado, me levanté acerca de las dos de la tarde el sábado sin ganas de nada. Hasta que volvió a mi mente su recuerdo, Buika y su concierto. Algo me decía que no lo podía dejar ir, que algo insólito me esperaba allá. Empecé a rebuscar sin parrar en internet en búsqueda de una entrada. Las horas pasaban y mis ganas no se morían. Una fuerza extranjera a mi cuerpo me empujaba. Cuando de repente tropecé con un anuncio de reventa de un ticket. Este lunes en Paris?! No lo pensé ni 30 segundos, cegada por el impulso instintivo. Esperaba la confirmación del vendedor, no llegaba y ya eran las seis de la madrugada del domingo.

Al despertarme, dos mensajes me esperaban en mi buzón de correo electrónico de un extraño. El primero me indicaba que podríamos coordinar un encuentro en Paris y el segundo cancelaba la venta porque seguro era un error ya que vivía en otro país. La angustia me ataco y comencé a teclear frenéticamente justificando mi compra y lo serio que era. No recibía respuesta. Me tenía agobiada la situación. Sin su ratificación, no podía comprar mis boletos de tren faltando menos de 24 horas ante mi posible departo, ni reservar un hotel para la noche de lunes a martes. Pero no lo iba a dejar escapar, ya estaba tan cerca de lo factible. Siempre he sido de las personas que cuando quieren algo hacen lo posible y lo imposible para obtenerlo. El vendedor tenia un nombre tan peculiar, Maxime Desoranges, que pensé  “ni modo de seguro lo encuentro en Facebook y no lo podre confundir con otro”. Y así fue. Lo agregue reafirmando mi deseo inmenso de poder asistir al concierto. Bajo el atardecer sobre las hojas color azafrán, recibí un mensaje convalidando la venta y el lugar de encuentro con la hora. Que alivio que recogió! Pero aun no tenía ni hotel, ni tren, ni ropas, ni el trabajo avisado. Así que de pronto, me hice propietaria de un pasaje de tren con llegada a París-Nord, huésped de un hotel en los alrededores, acomodadora de ropas y planificadora de viaje: “Que si empezó en mi trabajo a las 7h30 podría salir a las 16h00. Tomar el tren de las 17h43 en la Gare du Midi en Bruselas para arribar a las 19h05, encontrarme con el chico a las 19h15 en la Gare de l’Est. Pasar por el hotel corriendo para dejar mis cosas y luego saltar en un metro Parisino hasta la sala Bataclan para ver aparecer sobre la escena a Buika a las 20h. Tremendo y largo día que me esperaba.” Y así fue… o así no fue. La vida siempre nos tiene sorpresas: algunas veces buenas y otras malas.

Lunes 7h00, al encender la radio me enterró que hay huelga con unos 5000 tractores de lecheros en mi ciudad que podrían ocasionar tapones de horas. Todo el plan se derrumba en unas cuantas palabras. Como siempre, no? No se necesita un largo discurso para eso. Pero a veces el universo colapsa en nuestro favor. De ese paro anunciado, no oí ni el eco de los cláxones, como si todos los lecheros se hubieran apartado de mi camino para dejarme ir hacia mi destino.

Paris

Paris y su Gare du Nord, edificio monumental que desconocía por haber rodado desde siempre conduciendo en mi coche de la Tour Eiffel, al barrio de Montmartre, pasando por l’Avenue des Champs Elysées. Estructura impresionante de arquitectura neoclásica, flujo de cientos de individuos, me siento perdida en el pabellón central con vidriera. No sé si irme a la derecha o la izquierda. Salgo por las puertas frente a mí y para variar el navegador supersónico de mi celular no funciona. Un mapa en una estación de buses me ojea y yo le caigo atrás como si fuera mi salva vida. Me percato de donde estoy y que solo tengo que bajar dos cuadras. Camino rápido al costado de parisinos apurados, supongo apresurados por besar a sus parejas, abrazar sus hijos, calentarse el alma en su hogar después de un duro día de labor. El chico, Maxime, esta de pie frente a la Gare de l’Est, es alto, ni gordo, ni flaco, unos cabellos rubios cortos despeinados como si alguien le viniera de pasar la mano. No me he fijado en su edad en su perfil, pero diría a la vista unos 29 o quizás 28, no pasa de 30 anos. En sus ojos azules se le nota lo seguro y confiable, respira lo sano y los pocos vicios. Me pregunto si no es una inconciencia e irracionalidad fiarse en nuestras primeras impresiones? Son las 19h20, no tengo mucho tiempo para estudiarlo y decorticarme neurona por neurona para tomar una decisión. Le propongo acompañarme para hacer una breve alta en mi hotel, cambiarme de camisa y tirar mi mochila con mis otros necesarios sobre la cama.

Maxime, resulta coincidir con mi buena primera impresión, se queda esperando en la recepción. Andamos, inquietos por la hora, en el metro con destino al Bataclan, me cuenta que nos alcanzará una amiga argentina. Lo escucho de forma distraída, más pendiente del tiempo, del momento que voy a vivir, del lugar en el cual me encuentro. No me gusta el metro de París. Es sucio e al subir las escalares de la salida, tengo la incomoda sensación de salir de una prisión por los pasillos con ladrillos que separan el estrecho corredor de los que entran y los que se van. Por fin, estamos frente al letrero anunciando BUIKA. Entramos, la sala esta repleta, todas las sillas están tomadas, los boletos dicen “assis placement libres”. Nos quedamos de pie, escuchando la primera parte del concierto por un artista haitiano. Noto Maxime un poco preocupado porque no llega su amiga. Me adoso a una columna donde hay una escalerita.

Los minutos pasan, la ansiedad se intensifica proporcionalmente a la espera. Siento la presencia de alguien a mi derecha a menos de un metro. De reojo hecho un vistazo: es una chica sentándose sobre la escalerita. Volteo un poco más el busto para mirarla mejor y me percato de sus ojos “noisette” que me sonríen. Su piel color caramelo dorado se combina perfectamente con sus largos cabellos negros que retumban sobre su hombro izquierdo hasta el nivel de su seno. Entiendo al ver la mirada amical de Maxime que ella es su amiga. La saludo con mi media sonrisa y ella hace lo mismo mientras está arreglando el zoom de su cámara. Maxime, que se había quedado un poco atrás, se acerca y ella propone de tirarnos una foto. “Seguro para ver que tal el zoom y la luminosidad”, pienso. Ella resplandece en la oscuridad de la sala. Por suerte, una pareja nos cede sus asientos para ir hacia otros aun mas cercanos de la escena. Ella se sienta y me invita a sentarme al lado suyo. Maxime, galante hombre, se queda parrado al costado. Intercambiamos unas cuantas palabras sobre sus origines, su nombre Amanda, su presencia en Paris, sus 28 anos, su nueva vida con las dificultades de su cotidiano. Las luces amarillosas iluminan el escenario y Buika aparece bajo un recital de aplausos. El concierto es magnifico, disfruto de Buika, siento estar a sola con ella, cantando solo para mi. Su voz vocalizando sus canciones, mezcla de sufrimiento, dolor, arte y felicidad del desamor, no me dejan indiferente. Nadie quiere dejar ir a esa artista fabuloso, la aplaudimos una y otra vez para ver regresar une estrella bajo la luz parisiena. Al terminar el concierto y las interminables y más sabrosas prolongaciones de su función, salgo feliz del lugar rememorándome sus ultimas palabras: “Nosotros somos dueños del tiempo… nosotros inventamos el tiempo”.

Amanda me saca de mis pensamientos manifestando que se les quedaron sus cigarrillos en casa. Le ofrezco uno de los míos, al presentarle el mechero encendido me cuesta concentrarme en fijar mi mirada sobre el cigarrillo y no sobre ella. Les informo que voy a regresar a pie hasta el hotel y los dos en conjunto me aconsejan de mejor tomar el metro con ellos. No me puedo negar a tal invitación, no conozco estos barrios de noche. Maxime, siempre tan caballeroso, me presenta un ticket de metro para que no comprara uno, se lo rechazo con amabilidad. Amanda, que ya saco su abono del bolso, me dice “pégate a mi”.  Me quedo 5 segundos en el aire con cara de boba, de no saber que hacer pero ella me tomo la mano y me sumerjo entre las barras de hierros contra ella. Estamos demasiado cerca una de la otra.

Esperando el metro, hablamos del concierto y de las entrevistas de Buika. Por suerte, las he visto casi todas y comparto con ella la capacidad de Buika en contestar de forma extraordinaria a preguntas a veces tan tontas de los entrevistadores. Hasta que me desencaja aprobando “le ménage à 3” de la artista. No sé que opinar al respeto, prefiero callarme. Maxime se tiene que quedar en la primera parrada, yo la cuarta y Amanda casi el terminus. Al bajarse del metro, Maxime se despide con educación, ella se sienta y me acomodo en el asiento de al lado. Vertiginosamente, en una cuantas palabras, me da la información de que viene de terminar con su novio y agrega que quizás mejor debería buscarse una novia. Me rio a carcajada, es tan típico! “Las cosas no funcionan así”, le suelto. Le explico brevemente mi punto de vista. Me mira atentamente y no sé de donde me sale la valentía para hacer mi coming-out. “Pero eso ya lo sabias eh”, agrego. Lo niega y me clava su mirada con más intensidad. Siento que espera que le diga algo. Sin pensarlo, impulsivamente, le propongo ir a tomarnos algo. No finge mirar el reloj, no finge pensarlo, escucho un “si”, neto, firme, sin duda. No me lo esperaba.

Entramos en un café típico parisino por la decoración, ella se dirige de instinto hacia el fondo, un lugar tranquilo a solas. Me pide consejos sobre cervezas, le recomiendo la que me parece combinarse mejor a su estilo: una rosada de cerezas, afrutada, ligera. Por mi parte, elijo una copa de un vino tinto argentino. Apenas brindamos que los temas surgen, nada de concreto, nada de nuestro pasado, reflexiones sobre la vida, las cosas. Todo parece sacado de un libro de la categoría romance, no puedo creerlo. Ella no despega su mirada de mí, sus ojos relucidos en almendra. Se ríe a carcajadas, se ve preciosa y yo estoy compartiendo con ella. Que querrá de mi? Me cuesta entender la situación. Ella, yo, a esa hora, en ese lugar. Se lo pregunto sin vueltas, su respuesta no me da más informaciones y decido actuar, dejándome llevar por el momento. Me musita : “Relájate, estamos conversando bien. Me encanta la conversación, tu forma de hablar, hablas como Buika”. Me parece un alago muy grande pero no la quiero contrariar.

La segunda ronda esta servida. Nuestras voces se hacen mas suaves, sus ojos mas tiernos, nuestra proximidad mas obvia. La mesa entre nosotras se siente ausente, su nariz se encuentra a menos de 10 centímetros de la mía. Mis lentes están sobre la mesa, ella los toma y se los coloca sobre la nariz. Me rio graciosamente comentándole que viene de envejecer de 5 anos de pronto. Se sonríe : “Te ves mejor, mas bonita sin ellos, deberías quizás cambiarlos”. Me quedo sin palabra. No por el consejo, pero la traducción que hace mi mente de sus palabras: se ha fijado en mí! Por mi silencio, ella teme haberme ofendido y me da la confirmación en filigranas de mi interpretación. Con un gesto sensual, se quita los lentes y le pido que se los vuelva a poner. Nos comemos con la mirada mediante el cristal mineral. Acerco mi rostro un poco mas al suyo, manteniendo la energía que nos transmitimos. Somos como dos víboras hipnotizándose. Recuerdo los versos de Cortázar : “Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos”. Hasta que mi boca rosa la suya, no siento mis otros miembros, solo la suavidad de nuestros labios acariciándose lentamente. Nos contestamos mutuamente en un idioma que solo los enamorados conocen. Pierdo la noción del tiempo. Cuantos minutos, segundos habrán pasado? Vuelvo a recobrar mi postura, retomando el contacto con la mirada. Amanda me sonríe con una expresión de absoluto bienestar, y siento un calambre de felicidad. Volvemos a conversar un par de minutos, hasta que un impulso de pasión nos lleva a besarnos nuevamente. Ya no nos podemos esconder. Yo la deseo y ella a mi.